En los últimos tiempos se está hablando mucho de las
ventajas de practicar la meditación y el mindfulness en el ámbito educativo, ¿a
qué cree que se debe esta tendencia?
Se trata de un
fenómeno multifactorial, pero destacaré cuatro aspectos. En primer lugar, por
necesidad. Desde la última década del siglo pasado se habla e investiga sobre
el malestar y burnout docente, y de la agitación general que hay en las aulas.
Asimismo, el exceso del uso tecnológico y de información genera una mente
zapping o multitarea que no permite desarrollar la atención (habilidad
cognitiva básica por excelencia), lo cual va en contra de la construcción del
pensamiento y de la personalidad. El segundo motivo es la evidencia científica:
son múltiples los beneficios de salud (físicos y psicológicos), así como
emocionales, de aprendizaje y también sociales. El tercer motivo es que siempre
ha existido -de alguna manera- el desarrollo del mundo interior, aunque casi en
exclusiva desde las religiones. El cuarto, y último motivo, es que se puede
entrenar y medir y, al haber pasado del plano espiritual al
psicológico-científico, es posible formar a otros para que lo aprendan.
¿Qué es lo que deben tener en cuenta tanto profesores como padres
a la hora de ponerlo en práctica?
Es imprescindible
formase y tener cierta práctica con uno mismo para después aprender qué y cómo
pueden hacerlo los pequeños. Habrá que aceptar que a algunos niños les cueste
entrar en ello y otros no deberían hacerlo sin supervisión de experto y/o
psicólogos. Lo primero es conocer las habilidades básicas de relajación,
meditación y mindfulness (a las que llamamos REMIND) y desarrollarlas, pues las
vamos a usar constantemente en este ámbito. Igual que los niños que aprenden a
escribir usan la ortografía, la caligrafía, la sintaxis, el léxico, la
comprensión lectora… los humanos para meditar gozamos de nueve capacidades que
son: atención, respiración, visualización, relajación, voz-habla, conciencia
sensorial, postura, energía y movimiento. Aconsejo practicar con los pequeños
en un lugar tranquilo y sin ruidos, pero sobre todo sabiendo qué estamos
haciendo en todo momento. También puede ponerse en práctica haciendo pequeñas
pausas en el trabajo, en clase o en casa, buscando maneras de estar en
silencio, o disminuyendo el ruido y la televisión, entre otros.
¿Qué beneficios proporciona a los estudiantes?
Mejora la
atención y -por ende- la memoria, el cálculo, la abstracción… además de
favorecer el clima del aula, y la convivencia y la resolución de conflictos. Lo
específico de estas prácticas es que mejora la inteligencia emocional (y
espiritual) de nuestros hijos, dotándoles de una mejor autoestima,
autoconocimiento, control emocional, empatía y asertividad. Les hace más
compasivos consigo mismos y con el resto. Les ayuda (y nos ayuda) a vivir desde
el afectividad y no tanto desde la efectividad.
¿Qué ejercicios pueden poner en práctica los docentes con sus
alumnos?
Como he dicho,
es necesario formarse, leer y practicar, pero para que el lector sepa
concretar, diría que padres y docentes debemos silenciarnos y aprender a estar
presentes. Para los pequeños, podemos enseñarles la maravilla que supone
aprender a cerrar los ojos y ‘pilotar esa nave interior’. Se toman tres o
cuatro respiraciones profundas (nariz-boca), después se deja la respiración
natural (nariz-nariz), se relaja la lengua y se escanea con atención cómo está
el cuerpo de sensaciones y cómo se encuentra nuestra cabecita y corazón; todo
ello con una actitud de aceptar lo que haya. En segundo lugar, trabajaría la
respiración consciente: estar atentos a la propia respiración aunque fuese un
minuto al principio. Lo haríamos contando cada nueva inspiración o recitando
interiormente alguna frase bonita. También se puede estar atentos al frescor y
al calor del aire cuando entra y sale de la nariz. Un tercer trabajo, además de
relajarnos, sería ser conscientes de las propias emociones y dibujarlas,
tratarlas con amabilidad como huéspedes de nuestra casa sin moralizarlas ni
querer reprimirlas. En mi libro ‘Meditación para niños’ hay más de 120 minutos
de audio con ejercicios para realizar.
Su ‘Programa TREVA’ (Técnicas de Relajación Vivencial Aplicadas al
Aula) ha llegado ya a muchas aulas de nuestro país. ¿Cómo trabajan con los
estudiantes y que feedback han recibido?
La respuesta ha
sido excelente. Se trata de un programa del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad de Barcelona que empezamos a validarlo
científicamente en 2002, haciéndolo pionero en nuestro país y en el resto del
mundo. El Programa TREVA, a diferencia de otros, no enseña directamente al
alumnado. Primero se forma a los docentes durante 20 horas para que lo integren
en su vida personal y laboral, y luego se invierten otras 20 horas para
enseñarles qué, cómo, cuándo y de qué manera se aplica con los estudiantes. La
tercera parte, y más determinante, es que se forma una comisión TREVA y se
realiza un plan de acción para todo el centro y curricularmente se
concreta quién enseña las competencias TREVA en cada curso. A partir de aquí
los timbres se cambian por música, se preparan rincones para la calma, se
implantan rutinas, se aprende cómo empezar la mañana en silencio, se dedican
cinco minutos de meditación antes de los controles…. Se proponen cambios
metodológicos que pasan por una mayor presencia del cuerpo y la sensorialidad
en el aprendizaje. Finalmente, se cuenta con los padres a los que también se
les forma si el centro o las AMPAS lo desean.
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