Los almanaques formaron parte de mi infancia; la poesía forma parte de mi vida, la descubrí en la adolescencia y la redescubrí en la madurez, como el amor; los santos me acompañaron durante un tiempo, hasta que entendí que la santidad no está en las estampitas sino en las barricadas. Una mezcla de todo eso es este almanaque con el que pretendo felicitar el 2018, a sabiendas de que será otro año como los que nos persiguen desde que alguien, en algún sitio, decidió que ya valía de libertades, democracias y demás zarandajas populistas, que la vida con sangre entra y que los ricos también lloran, pero porque pueden, no porque les salga de la necesidad.
Pese a todo, feliz 2018.
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